La ideología imperialista, no-violencia, libertad y democracia



«Venimos a decir sí a la vida, sí al diálogo, no a la violencia. La paz tiene un precio. La paz no puede estar condicionada a objetivos políticos. La paz es la paz. La paz es el respeto de los derechos humanos, de la vida y de la libertad de los demás. La violencia es el primer problema que tiene este país. La violencia no puede ser utilizada como medio para lograr fines políticos. Política y violencia son incompatibles. En un régimen democrático usar de la violencia para fines políticos es un comportamiento fascista. Los fines políticos se han de conseguir exclusivamente por medios políticos. La violencia no soluciona nada, la violencia sólo trae más violencia. Ninguna causa, por justa que sea, vale una sola gota de sangre derramada, ni merece un solo acto de violencia. Un país no se construye con impuestos revolucionarios. Con esta gentuza no se va a ninguna parte. Los que niegan el derecho a pensar libremente no son seres humanos, son alimañas. Tenemos que resolver los problemas por el respeto de los derechos humanos y ante todo del derecho a la vida, primero de los derechos humanos, para que vivamos como personas, y no como animales. No se nos debe confundir con los desalmados que andan por ahí pegando tiros. No se puede solucionar las cosas pegando tiros. Ud. y yo podemos pensar de manera diferente, pero no nos vamos a liar a tiros por eso. La violencia es nuestro problema prioritario. No colaboraremos nunca con quienes utilizan la violencia para obtener fines políticos, sólo lo haremos con los que condenen la violencia y opten exclusivamente por las vías políticas. Si la independencia cuesta un solo acto de violencia, no la queremos. La primera cosa que hay que decir para salir de esta situación es que los políticos tenemos que hablar más. En un país civilizado los problemas se resuelven hablando. Mi organización tiene muy claro que la única solución para el problema vasco es el diálogo. Los problemas se resuelven por la persuasión, el diálogo y la negociación. Los problemas tenemos que resolverlos entre todos los demócratas, nacionalistas y no-nacionalistas, todos vascos, aunque con sensibilidades diferentes. En dos meses hemos conseguido con el Pp más que con el PsoE en catorce años, y eso tampoco lo vamos a olvidar. Sin democracia no queremos nada. En este país no hay un conflicto entre nacionalistas y no nacionalistas, sino un conflicto entre los que quieren solucionar los problemas por medios pacíficos y los que quieren lograr objetivos políticos por medio de la violencia. El pueblo expresa su voluntad libremente mediante el voto, y así va construyendo el sistema político que prefiere. Después de tantos años de elecciones, todavía no se le ha preguntado a este pueblo el régimen político que quiere tener. La abstención es la mejor postura de lucha. La participación en las elecciones viene a representar una forma de concretar y canalizar el amplio marco de la política abstencionista preconizada desde siempre por la Izquierda Abertzale consecuente. La abstención también es válida. Hemos declarado la guerra caliente a la abstención. Dales donde les duele. Hay que hablar entre todos, sin que nadie abandone por eso sus posiciones y aspiraciones, todas legítimas. Hay sillas vacías. Los líderes políticos tenemos que mostrar las salidas.

Hay que partir de la Constitución, del respeto más absoluto al ordenamiento jurídico democrático. Exigir la independencia sería imponer. Hay que ganar primero las elecciones, modificando la Constitución para organizar un referendum con todas las opciones. Que no crean que vamos a esperar siempre. Si este pueblo se decide, pongamos de aquí a diez años, en favor de la independencia ¿quién se va a oponer? Yo miro a Irlanda. Aquí nos hemos equivocado, pero nos hemos equivocado todos. El reloj vasco no da las horas ni los días, sólo da los años. El tren vasco tiene dos estaciones, y va a Bruselas. Nos hemos dado un plazo de dos años, si no obtenemos resultados nos retiraremos.

Hemos puesto un límite de tres años para la independencia. Esto va para doscientos años. Algún día tendrán que negociar. El poder judicial no es independiente. Ha sido un fallo político, no de derecho jurídico. Falta voluntad política. Sólo se acuerdan de las decisiones democráticas cuando les conviene, eso no es democracia. Hay un déficit democrático. Es una actitud escasamente democrática. Falta talante democrático. En esta democracia en que vivimos, todos los medios de represión y comunicación están en poder del ejército. Vienen como vinieron con Cánovas y con Franco, ahora sin armas, pero con la misma intención de atacar al nacionalismo. Después de visto, todos listos. Esto no es autodeterminación, es exodeterminación. La izquierda abertzale vive ya en estado de excepción. Un régimen xenófobo que ya es neofascismo apenas camuflado en Euskadi Sur. ¡Hay de todos, los que no somos ellos, si no les paramos a tiempo! Somos un pueblo con derecho a formar una nación. Este país está de parto. No sabemos si será niño o niña, pero este país ha roto aguas, y vosotras las mujeres sabéis mucho de eso. Una nación va a nacer. Ya sabíamos que iban a decir que no, pero este país se ha puesto en marcha y nadie lo va a parar. La negociación está en marcha. Dentro de un año celebraremos aquí la independencia. Esto va a ser el fin de Aznar y Mayor Oreja. Hemos dado un salto cualitativo. Con estas elecciones hemos abierto las puertas a la paz, a la solución de los problemas mediante el diálogo. Hemos devuelto a este país la ilusión y la esperanza. Se ha abierto una nueva etapa histórica. Los que quieren se bajan o se suben, pero el autobús lo conduzco yo. Tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación. Hay que dar tiempo a los políticos. Sería peligroso ir demasiado deprisa. Hace falta mucha discreción, para no poner en peligro las negociaciones. ¿Se imaginan Uds. lo que sería este país en paz? Cuando salgamos de todo esto nos diremos: pero Dios mío, Dios mío de mi vida, ¿hemos tenido que pasar por todo esto para llegar a algo tan fácil? Nuestra propuesta democrática se funda en estos tres puntos:
1/ Rechazo de toda violencia para conseguir objetivos políticos; 2/ Diálogo como único camino para solucionar los conflictos políticos; 3/ Respeto a la voluntad del pueblo vasco libremente expresada». (Etc. etc.).

El precedente muestrario de funcionales sandeces ilustra el terreno en que se mueve el conglomerado populista que, a falta de cosa mejor, llamamos, entre otras denominaciones, «complejo Pnv» o «grupo Pnv-Eta». (Lo que aquí interesa es el contenido ideológico y político, no las siglas o las personas. Del Pnv marca registrada a Eta, pasando por las innumerables filiales, variantes o especialidades formales, las diferencias no pueden ocultar la matriz única, que se revela en las opciones fundamentales como en la propaganda que las mantiene o encubre).



I

Cuando el homno más o menos sapiens hizo valer su derecho de libre disposición para separarse de sus peludos compañeros de ruta y de fatigas, la sociedad humana siguió hasta hoy resolviendo sus querellas por la fuerza bruta, como lo habían hecho hasta entonces y continuaron haciendo después todos los seres vivos sobre el planeta Tierra. A ese respecto, nada nos separa de nuestros hermanos «inferiores». Aparte, naturalmente, de una crueldad, un armamento y una capacidad de destrucción fuera de toda posible equiparación con los de aquéllos. Alimañas y desalmados los hay en todas partes, de uñas y dientes, de uniforme y sobre todo de corbata, que son los peores. Si solamente son personas humanas aquéllos que han «abandonado la violencia como medio de resolver los problemas políticos», ninguna sociedad ha llegado nunca a semejante etapa en el proceso de hominización, y los hombres seguimos efectivamente siendo alimañas.

Las imputaciones zoofóbicas no eran, por otra parte, nuevas. Se oían o se leían ya en los primeros tiempos del acoso ario a las tribus vascónicas, al Reino de Nabarra y su Estado confederado. Más cerca de nosotros, basta recordar la ocupación de Bilbao por las tropas del general Mola, que a sí mismas se llamaban nacionales y que el mundo entero llamaba nacionalistas. (No se había inventado todavía por el Pnv el inefable término de «no- nacionalistas», de tan inmediata y significativa adopción por todos los servicios de propaganda del nacionalismo español). En el marco de la ocupación y el terrorismo de guerra, acto constitucional primero y real del actual régimen político, la célebre proclama de Areilza puede considerarse antecedente de las soflamas de Ibarretxe: «Que no se nos hable de derechos. No reconocemos más derecho que el de conquista. Perseguiremos a los nacionalistas vascos por los montes como a fieras salvajes». Años más tarde, Aresti utilizaba la expresión «basa-pizti» para denigrar a los que pretendían restaurar el uso del euskera en las zonas donde «se» había impuesto para entonces el uso del español.



II

Este estadio de la evolución de la humanidad por la violencia y en la violencia va a ser por fin superado, si damos crédito a las declaraciones y pactos oficiales del grupo Pnv. Si Ibarretxe, por sí solo o con ayuda de sus inductores y colaboradores, dispone realmente de la solución dialogada, en libertad y sin violencia para los conflictos políticos en general, es sin duda el genio más grande que ha producido el género humano. Sus proposiciones implican, anuncian y preparan ya el fin inminente de la historia política, del estado y del derecho, constituidos por la violencia como medio específico. La humanidad entra de lleno en la tierra soñada del anarquismo integral. La aportación vascongada al nuevo orden metajurídico y metapolítico internacional aparece así en todo su alcance y originalidad.

Sólo cabe regocijarse y lamentar que tan genial aportación haya llegado tan tarde. Si, del prehistórico comienzo de los humanos conflictos hasta hoy, partidarios o actores de la violencia, investigadores, críticos, artífices, proyectistas, profetas, visionarios, revolucionarios y prospectivistas más o menos científicos de estrategias, mundos y utopías, hubieran podido oír a Ibarretxe, como le oyen a todas horas los sufridos habitantes de los territorios ocupados, si hubieran tenido acceso a las tesis de no-violencia que las modernas técnicas audiovisuales de intoxicación ideológica ponen al obligado alcance de todos los pacientes de la Cav y territorios limítrofes, la Historia habría sido muy diferente y la Humanidad se habría ahorrado los sufrimientos sin cuento que han saturado su incierto devenir. No todos los predecesores de Ibarretxe al timón de la civilización eran irremediablemente obtusos, cuenta habida de su época y mejorando lo presente, por supuesto. Pero ninguno fue capaz de alzarse a la altura moral, intelectual y social necesaria para sostener en público o en privado un discurso semejante al de los actuales teóricos, moralistas, políticos y juristas vascongados. Nadie, nunca, había ido tan lejos en un programa de erradicación de la violencia como tarea actual e inmediata de la Humanidad doliente.

Un político o metapolítico de la talla de Ibarretxe no puede sin duda ignorar que el mundo actual se ordena por la violencia y el terror en los estados y entre los estados. Su parsimonia puede sorprender en quien es depositario de un mensaje y una misión de imponderable transcendencia para el género humano. El mismo día en que el primer dignatario de la administración local anunciaba una vez más su buena nueva en el Kursaal de la capital guipuzcoana, el presidente Bush daba la nota (detonante) lanzando los bombarderos americanos sobre Bagdad. ¿Se había hecho todo lo humanamente posible para que el pensamiento de Ibarretxe y de toda la «clase política» vascongada sobre la vida humana como valor supremo, el rechazo de toda violencia venga de donde venga y el diálogo como único camino para resolver los conflictos políticos llegara a conocimiento del nuevo patrón de los U.S.A? ¿Tenían conocimiento el gobierno y las fuerzas americanas de que «ninguna causa, por justa que sea, vale una sola gota de sangre» y de que la violencia no resuelve nada, sólo trae más violencia? Cualquier tele-adicto en los territorios ocupados está más que harto de oírlo, pero no todo el mundo dispone de monopolios de propaganda de alcance comparable a su servicio. La reconfortante presencia de numerosos representantes eminentes y proeminentes de la política, la economía y la cultura vascongadas que, sin temor a hacerse sospechosos o convictos de debilidad mental caracterizada o de algo peor, ocupaban el cubista anfiteatro costero en que se preparaba el nuevo orden mundial, no debe inducir a engaño sobre el limitado alcance de tales operaciones. A falta de cosa mejor, la tribuna de las Naciones Unidas sería el instrumento mínimo deseable, aunque insuficiente, para el trascendental mensaje. Si el presidente Wilson, al frente de la primera potencia político-militar del mundo, necesitó catorce puntos para devolver a Europa en ruinas una sombra de ilusión y esperanza, a Ibarretxe, al frente de la Cav, le ha bastado con tres para indicar la solución definitiva a los problemas de la paz y la violencia.

Una elemental prudencia nos previene, sin embargo, de adelantar conclusiones aventuradas. Los grandes políticos tienen necesariamente zonas secretas o incomunicables en sus proyectos estratégicos, en las cuales y en los cuales no nos es dado penetrar al común de los humanos. Decía Clausewitz que serían presunción y despropósito, en los teóricos de la guerra, contrastar su propia crítica racional y discursiva con las decisiones de genios militares como Federico el Grande o Napoleon Bonaparte. Tal vez tras la parsimonia de Ibarretxe se escondan fulgurantes intuiciones y un plan minuciosamente calculado que, partiendo de la liquidación del conflicto en las provincias vascongadas, avance poco a poco hacia la solución del problema a escala mundial, sin lo cual toda pacificación sería todavía más ilusoria que el socialismo en un solo (aunque grande) país. La estructura mundial de la violencia se vendría abajo según la reconocida técnica de los dominós. La estrategia realista- posibilista-minimalista del paso a paso tiene una importante tradición en el mismo partido. Gracias a ella estamos donde estamos y hemos llegado a donde hemos llegado. Es difícil saber si Ibarretxe oye voces, o tiene visiones, como fuente de inspiración. A fin de cuentas lo que importa es el resultado. Después de todo las visiones del Mahdi, que le ordenaban rezar en las mezquitas de Bagdad, de la Meca y de Constantinopla, le llevaron a derrotar o a tener en jaque al mejor ejército del mundo. Sin olvidar las voces celestiales de Santa Juana de Arco, santa no-pacifista, como San Luis, rey de Francia y verdugo de albigenses. Ambos no excomulgados, sino canonizados por la Iglesia Católica que, de otro modo, cuenta habida de su doctrina y práctica multiseculares, habría tenido que excomulgarse a sí misma por incitación, bendición, complicidad, autoría o coautoría de algunas de las mayores matanzas o guerras de conquista, pillaje y exterminio que la humanidad ha padecido. Pero papas y demás oficiantes se hallaban siempre demasiado ocupados, excomulgando navarros y demás adversarios irreductibles de la Santa Sede y de sus hijas predilectas, para entretenerse con tales menudencias. Por otra parte, los herejes no-violentos habían ya sido excomulgados siglos antes. Comulgantes y excomulgantes usaban sin restricción alguna de cuantos medios violentos podían poner en juego, lo que no puede hacer sin contradecirse el seráfico dignatario de la Cav.



III

¿Qué extraña afección bi-ocular, neuroplégica o psicosensorial impide a los apóstoles de la no-violencia descubrir la presencia de fuerzas armadas cuando las tienen delante? ¿Por qué prodigioso esfuerzo de auto o heterosugestión colectiva, o por qué fatal tipo de delirio alucinatorio, los cuerpos represivos oficiales y armados, constituidos por la violencia y para la violencia, se les aparecen bajo la forma de profesores de filosofía pacifista, predicadores abnegados, sacrificados e incomprendidos de la no-violencia? Los agentes y valedores del nacionalismo imperialista no son teóricos o educadores, impedidos por la violencia (de los demás) de pensar o ejercer libremente su ministerio, son funcionarios de represión y guerra psicológica, beneficiarios del monopolio de los medios de violencia y comunicación de masa. Si Ibarretxe tiene la manifiesta posibilidad de asestar su ración diaria de majaderías a cientos de miles de contribuyentes es porque el régimen de fuerza establecido, que él califica de «democrático y no violento», tiene interés por el momento en proporcionarle tal posibilidad. Si puede hacerlo hablando solo, que es la única forma de que pueda hablar, es porque sus abochornados pacientes no pueden hablar ni solos ni acompañados.

Aunque sus ilustres maestros, predecesores y compañeros de partido y tendencia habían mostrado y siguen insistentemente mostrando el mismo camino, la convicción, optimismo, autosatisfacción, énfasis y vehemencia con que mantiene tales posiciones la máxima figura de la administración local es un espectáculo único y sin precedentes. Es también difícil saber si todo ello es consecuencia de la elevada idea que se ha formado el titular sobre el alto cargo que le ha sido conferido, y sobre las excepcionales capacidades que se le suponen aparejadas. Ejercer la misión de guía, ideólogo, educador y salvador de sus ignorantes y subdesarrollados administrados y de una humanidad descarriada, es tal vez lo menos que cree puede hacer para justificar dignidades y emolumentos. No es fácil conocer, para los que no somos sus discípulos, allegados ni colaboradores, si Ibarretxe se considera el nuevo Moisés en ruta hacia la tierra de la pacífica beatitud, el profeta que prepara los caminos del Señor, o la reencarnación de Jesucristo. Pero el Sermón de la montaña no es un discurso político: «mi reino no es de este mundo». El pretendido principio de no-violencia atribuido a su autor, como a Buda o Gandhi, tiene sus límites dados en la historia y los textos, deliberadamente falseados por la propaganda fascista.

Hacer de Ibarretxe parangón y porta-estandarte de la no-violencia es reírse del mundo entero, es falsear y agraviar sin escrúpulos la conciencia y la obra de los partidarios sinceros de la no-violencia. La moral y la práctica de la no-violencia son cosa mucho más seria, difícil y exigente de lo que creen o quieren hacer creer el charlatanismo, los despropósitos, la retórica pedante y la propaganda de odio y opresión que hoy se encubren bajo tal etiqueta por los monopolios de difusión de masa al servicio de los monopolios efectivos de la violencia. La moral y la práctica auténticas de la no-violencia no han sido nunca instrumento servil e hipócrita del despotismo, ni trampolín a la fama, el poder, la riqueza y los honores. Nada tienen que ver con los farsantes, aprovechados y demás agentes ideológicos del fascismo y el imperialismo que sacan partido y beneficio al exhibicionismo pseudo-pacifista. Los partidarios sinceros de la no-violencia han podido siempre conocer, por propia y dura experiencia, cómo las gastan los poderes de este mundo frente a los débiles y los indefensos, voluntarios o forzosos. Han pagado con la persecución, la ruina, la prisión y la vida la puesta en práctica consecuente de sus opiniones.



IV

Los pacifistas y no-violentos legales y oficiales que padecemos lo saben, y se cuidan muy bien de oponerse, teórica o prácticamente, a «toda violencia venga de donde venga». Demuestran así que no son tan tontos o están tan locos como parecen o como quieren aparentar. No incurren en riesgos desmesurados, pues su doctrina de «no-violencia» es la doctrina del poder de violencia establecido, que ejercen, sostienen y que les cubre las espaldas.

Dar lecciones de no-violencia del lado y al abrigo de las fuerzas armadas es el colmo de la caradura institucional. Quien «rechaza la violencia venga de donde venga», sin denunciar en primer término los monopolios fascistas de la violencia, es un imbécil o un farsante y, en ambos casos, un agente, consciente o inconsciente, del imperialismo. Todo su ininterrumpido discurso es una indigna superchería, un recurso más de los monopolios de propaganda establecidos y una burla suplementaria al pueblo que los padece.

Tras el «plan en tres puntos para resolver el conflicto vasco» se encubre la defensa más desvergonzada del régimen totalitario, del monopolio imperialista de la violencia, establecidos por siglos de crímenes, guerras, represión y terrorismo. Presentarlos como no violentos, proponer el diálogo con quien no tiene la menor intención de dialogar con nadie ni entiende más razón ni poderes que los cañones, hablar de democracia y de voluntad libremente expresada en las condiciones del régimen de violencia establecido, es ocultar la realidad política fundamental del nacionalismo totalitario, ocultar la verdadera naturaleza del régimen imperialista en los territorios ocupados y, sobre todo, del monopolio de la violencia sobre el que se funda. No es otro el contenido real de la verborrea pretenciosa, repleta de equívocos, vacuidades, falsedades, contradicciones y absurdos que, envuelta hasta el empalago en buenos sentimientos de pacotilla, ocupa un lugar privilegiado en los grandes medios de intoxicación de masas.

Si Ibarretxe, al igual que los que lo apoyan y utilizan, quiere tomar sinceramente posición «contra toda violencia venga de donde venga» y cesar de «quedarse» con sus indefensos administrados y contribuyentes, deberá, necesariamente y por de pronto, abandonar las funciones que ejerce al servicio del estado español, organización inseparable de la violencia, como toda organización política. Abandonar la «dirección», la participación o la colaboración en los servicios auxiliares de intoxicación, corrupción y represión de la administración local, impuesta por la violencia y para la violencia, como toda administración. Renunciar a toda remuneración con cargo a los fondos y presupuestos del estado español, creados por la violencia y para la violencia, como todo aparato tributario, pero de volumen y consecuencias muchas veces superiores a las que conlleva el llamado impuesto revolucionario. Rechazar toda protección «jurídica» de su vida, persona, bienes e intereses, pues tal protección efectiva es, en último término, violencia. Deberá renunciar a sus continuos y clamorosos «triunfos electorales», pues las elecciones políticas se fundan por la violencia y se prosiguen por la violencia, de otro modo no serían políticas.

Quienes «condenan toda violencia, por justa que sea la causa, y no aceptan resultado alguno que de ella provenga», reconocen, sirven y rentabilizan sin escrúpulos de conciencia el régimen imperialista, establecido y mantenido por siglos de guerras y regímenes de fuerza. Condenan las formas «ilegales», marginales y suplementarias de violencia «de oposición o de estado», pero ocultan los monopolios políticos de violencia, y participan activamente en el aparato represivo, administrativo, económico e ideológico que de ellos depende. Las clases dirigentes saben muy bien que no podrían seguir siéndolo si ellas mismas se creyeran lo que sus ideólogos inventan para que se lo crean los demás.

Los sedicentes adeptos del pacifismo integral, que condenan «la violencia venga de donde venga», sostienen por ello al mismo tiempo la violencia «buena», la de ellos, y rechazan la violencia «mala», la de los demás. Tan enorme contradicción no parece causarles perjuicios ideológicos considerables. Los términos y conceptos de violencia y terrorismo, como tantos otros, se duplican, estiran o encogen al antojo y conveniencia de las fuerzas dominantes, para excluir sus propias actividades e incluir las que escapan o se oponen a su poder absoluto.



(Continuará).

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